viernes, 1 de marzo de 2013

Crear futuro.

El sabor a la derrota siempre es feo. Duele que las cosas no salgan tal cual las planeamos, o tal cual deseamos que pasen. 

Pensando en verle el lado positivo a mi fracaso, pensaba en todas las cosas que me presento la vida y fracasé, y no puedo negar mis lágrimas en los ojos. Tal vez por melancolía, tal vez por bronca, llegué a casa y lloré. Lloré deseando ser otra persona, lloré con las ganas de que se fuera de mi ese sentimiento que me inundaba el pecho, lloré por no saber como decirle a mi madre que rendí mal un parcial, lloré por no creerme capas de hacer bien lo único que tenía que hacer.

A veces sirve llorar, otras no. En mi caso cuando estoy triste, busco canciones o películas que yo llamo "para llorar". Masoquista me dirán algunos, no lo se. Lo que si sé, es que en esos momentos siento deseos de ver a gente que fracase y que finalmente tengan su éxito. Me reconforta. Me anima saber que después de la tormenta, llega el sol. 

Que lindo sería un abrazo de mamá, un "todo va a salir bien" de mi tutu, un lenguetazo en la cara de Angie. Que lindo sería que pudiera teletransportarme al lugar donde me sienta segura, protegida, en paz. Que lindo sería estar en mi hogar.
El hogar no tiene porque ser una casa o lugar. El hogar puede ser una persona. El hogar puede ser entre los brazos de tu mamá. El hogar puede estar en los ojos transparentes y llenos de amor de tu mascota.

Nadie dijo que sería fácil. Nadie dijo que serían lindos los comienzos. Nadie dijo que costaría tanto el vacío. Nadie dijo que todo está perdido.

Como todo en la vida, tengo una segunda oportunidad. Una segunda oportunidad para seguir construyendo y creando algo tan ilusorio, llamado futuro.